25.11.18

Emotional

Esa es la palabra para describir esta experiencia: EMOCIONAL.

Hoy desperté más sensible que de costumbre. Llevo tres meses trabajando en mi nuevo trabajo y la energía que siento desde entonces es indescriptible. Me encanta. A veces odio todo lo que hacen mis colegas, odio el colegio, pero no mi trabajo y no a mis estudiantes. No lo que YO hago.

Por eso sé que valió la pena dejarlo todo allá en Colombia. ¿Que me vine detrás de un hombre? ¡Seguro! Y no lo cambio por nada. Una de las mejores decisiones de mi vida. No sólo he crecido como persona, también he crecido profesional y amorosamente, si se me permite decirlo.

Pero no deja de ser emocional. No deja de sentirse el vacío de casa. No dejo de sentirme homesick solo porque estoy bien acá.

Extraño a mis amigas  y amigos. Extraño tomar café y cerveza, cócteles o comer un helado mientras caminábamos por la ciudad contándonos la vida y el día a día. Compartiendo una y mil historias. Extraño caminar, simplemente eso.

Extraño los domingos de bicicleta, madrugar a las 5 am sólo para montar por horas y horas, llegar a la casa tarde el domingo, tomar una ducha y quedarme en la cama toda la tarde-noche.

Extraño a mi familia. Extraño las visitas, las estupideces dichas y hechas. Extraño lo incómodo, los silencios y los malentendidos.

Extraño tantas cosas que simplemente no voy ni quiero enumerar aquí. Porque este vacío seguramente no se me va a quitar sólo por escribirlo, como un conejito en la garganta que necesita salir.

Escribo esto porque no sé qué más hacer. Este vacío está desde hace mucho y cada día se disfraza de muchos colores y sé que cada día encuentro una manera más para lidiar con él, porque si alguien me pregunta que si me devuelvo allá le diré que no. No quiero. No ahora.

Estoy haciendo lo que me gusta y me están pagando un chingo por hacerlo. Me apasiona lo que hago y aprendo muchísimo haciéndolo. Tengo ahora tantos proyectos en mente que sé que Colombia no me puede ofrecer porque escogí uno de los trabajos menos valorados allá: ser profesora.

Así que no. No vuelvo a Colombia. Así que aprendo y desaprendo a cubrir este vacío que se agranda con cada semana que pasa. ¡Benditas vacaciones que se acercan! Son una recarga de energía inmesa, para seguir. Para no rendirse, para seguir viviendo esta experiencia al otro lado del mundo, aunque sea tan emocional. Benditas vacaciones porque voy a volver a ver a mi familia.

Necesito empezar el 2019 con todo su amor y energía.


21.11.18

Ервакыт, 2018

Hace dos años, tal vez tres, estaba frente al espejo del baño en el colegio donde trabajaba. Estaba maquillándome porque mi jefe no aceptaba que yo no sólo no me maquillara, sino que no fuera al salón de belleza todas las semanas para arreglarme el cabello. Porque claro, mi cabello crespo no podía ser otra cosa que la falta de aseo y arreglo de mi parte. No podía ser resultado de la genética que decidió que heredara estos crespos de mis abuelos.

Eso no era lo que quería decir.

Estaba frente a ese espejo y me pregunté que demonios estaba haciendo ahí, en ese trabajo. Y sobretodo, qué carajos estaba haciendo trabajando en un colegio, si odié tanto el mío. Había pensado jamás volver a él a que me dijeran lo que "tenía que hacer", a que me dijeran lo que "estaba bien y lo que estaba mal", según ellos.

No recuerdo si fue ahí mismo o más adelante que encontré la respuesta a esa pregunta. Yo estaba atrapada en un colegio por gusto. Porque así lo había decidido. No creo que logre jamás cambiar este sistema educativo. Lo que sí sé es que decidí estar aquí para quienes se sintieron como yo me sentí en algún momento, de estudiante.

Esa idea de ser profesora para cambiar el sistema en algún momento lo viví. Pero fue una utopía total. Cuantos más semestres en la universidad iban pasando, más iba entendiendo lo jodido, lo macabro, lo cochino que es este mundo. Y lo sucio que puede llegar a ser la educación, porque sigue siendo un negocio que beneficia a unos tantos.

Y en ese beneficiar a unos y no a otros es que a veces veo que quienes pagan todos los platos rotos de las malas decisiones, malas administraciones y demás, son los estudiantes. A quienes se supone, deberíamos ofrecerles nuestro mejor servicio educativo.

Ahora estoy aquí, frente a este computador sin saber qué pasó el sábado con uno de mis estudiantes. Erba o como suena cuando lo mencionan: Yerba. Fue la única manera en la que pude aprenderme su nombre, porque tiene esa ы rusa que no he podido pronunciar bien. Erba era mi estudiante de inglés del grupo 12 A. Estuve en algunas clases de inglés y en las de apoyo para su examen de IELTS. Desde el inicio noté su bajo nivel en el idioma y desde el inicio lo molesté, con cariño para que se acostumbrara a que le iba a exigir más. Y sí, desde el inicio supe que no iba a tener el mejor resultado, pero que al menos íbamos a intentar mejorar el que tenía entonces.

Lo que no nos esperábamos es que decidiera hacer copia el día del examen, el sábado. Claro, las personas encargadas del examen lo atraparon y anularon todo. TODO. Y no sólo es que no vaya a recibir un resultado ni un certificado de su nivel de inglés. Se trata de no poder siquiera intentarlo  y si de casualidad estaba en sus planes el aplicar a universidades internacionales que exigen el IELTS... bueno, es que me duele seguir.

Ahora mismo se está decidiendo qué va a ser de él. Me siento impotente, me siento frustrada, pero sobretodo me siento emputada. Así. Impotente porque su decisión de hacer copia es sólo suya y tengo más que claro que es algo que él tendrá que aprender a aceptar y ahí yo no puedo hacer nada más. Haberla cagado de esa manera en un colegio donde les encanta señalar a los demás cuando son los otros los que se equivocan (and god forbid it doesn't happen to us). Frustrada porque fue tan poco el tiempo que compartí con él, que habría deseado poder ayudarlo más. Poder escucharlo cuando veía en su cara todas las dudas y todas las inseguridades con las que cargaba. Yo sólo le ofrecí una sonrisa y unas pocas palabras, porque entendía que era difícil para él comunicarse conmigo (la barrera del idioma que él aún no domina, una cultura machista en donde él no tiene permitido decir que algo le está quedando grande y que necesitaba ayuda, urgente). Y emputada porque el colegio y sus profesores son los encargados de promover esa cultura de la copia, para favorecerse a sí mismos. Porque tarde que temprano algún estudiante iba a ser pillado (porque jamás durante los simulacros los detuvieron). Porque permitieron que él, con todos sus miedos y sus inseguridades fuera entre todos el que pagara los platos rotos. Él, sólo porque es otro y no yo

Siento todas estas cosas y más ahora mismo frente a este computador porque no he visto a mi estudiante desde la última clase. Porque no sé si su castigo incluye no volver al colegio, no terminar su bachillerato o qué. Entiendo más que nadie como sus miedos pudieron haber sido más grandes que el sentido común, pero cómo me duele que nadie haya hecho algo para evitarlo. ¿Qué no hice yo para evitarlo? En el post anterior hablé sobre el apoyo que los estudiantes necesitan. Estoy aquí, haciendo un reconteo de los pocos momentos en los que pude brindarle una mano. Los muy pocos. Y como ahora, en donde siento que todos le están dando la espalda (porque ellos también hacen trampa en muchos otros exámenes y es más fácil condenar al de afuera que al de adentro), me pregunto si puedo hacer algo. No para evitarlo, porque su examen ya está más que anulado. Hacer algo para que esos miedos e inseguridades que reconocí en él no se alboroten más con este error que cometió, con las palabras que debe estar recibiendo ahora mismo, juzgándolo después de no haberlo apoyado antes. 

19.11.18

Apoyo.

Estoy tratando de enseñarles a mis estudiantes el poder de persuadir a la gente. Que lo vean más allá de los múltiples ensayos que tienen que escribir. Que lo vean como una herramienta para la vida, porque poder convencer a la gente se me hace una habilidad que vale la pena trabajar.

Pienso en todos esos momentos en que he tratado de convencer a alguien de hacer algo, de pensar diferente o simplemente de compartir mi opinión. Y claro, no siempre es fácil, pero cuando lo logras te abre muchas puertas.

Cuando estaba en octavo (colegio, bachillerato), estábamos estudiando tres materias de tres énfasis diferentes que a final de año debíamos escoger para estudiar por los últimos tres años: pedagogía, comercio o artes. Desde entonces yo sabía que mi vida iba a estar dedicada a la pedagogía, no sabía cómo ni sabía bien por qué, pero lo sabía. Punto. Y desde inicio de año me había enfocado a trabajar fuerte en ese materia, para que me eligieran en ella. Porque la decisión final la tenían los profesores de acuerdo a nuestro desempeño. Sin embargo, en algún punto del año académico empecé a inclinarme por arte. Siempre me gustó el teatro, bailar y hacer cualquier cosa artística. Sentí que eso sería una herramienta genial que podría explorar como profesora o, por qué no, dedicarme al arte y enseñarlo.

Pero la coordinadora de énfasis tenía una idea diferente. Ella sabía de mis intenciones de entrar al énfasis pedagógico y notó que cambié a Artes "porque sí". Yo, en mi inmensa sabiduría sabía que iba a encajar muy bien en pedagogía y empecé a sabotear el proceso. Dejé de entregar trabajos o lo poco que hacía era mediocre. Un día, la coordinadora decidió llamarme y preguntarme que qué había pasado, por qué ese cambio. Recuerdo que mentí, recuerdo que dije que era culpa de mi papá, que no tenía ánimos de hacer ningún trabajo, bla bla bla. Ella dijo que lo que veía era que mis nuevas compañeras eran una mala influencia y que desde que ellas habían escogido Artes, yo había tomado la misma decisión para estar con ellas. Nada más.

Ese día me dijo que la decisión ya estaba tomada y que no importaba si escogía Artes, porque igual me iban a dejar en pedagogía. Punto. Recuerdo que lloré y que iba a hacerle todo el drama del mundo, pero me calmé rápidamente porque notaba que esa actitud infantil no iba a servir. Tenía que ser sincera y tenía que hablarle bien. Persuadirla para cambiar su opinión. Le dije sin más peros: "Yo sé que merezco más que nadie en el mundo estar en el énfasis pedagógico. Nadie más sabe mejor que yo que eso es lo que haré por el resto de mi vida, porque no me veo haciendo otra cosa que no sea ser profesora. Pero Artes es una cosa que sólo voy a hacer por tres años. Y quiero explorar esos tres años para sacar mi lado artístico y ser una mejor profesora. Una profesora que sea creativa y que tiene muchas ideas para aportarle a sus futuros estudiantes. La pedagogía vendrá porque son cinco años de universidad, y toda una vida profesional. Déjeme estar en Artes, no por mis compañeras, porque ellas ni siquiera saben por qué quieren ese énfasis. Yo sí. Quiero ser una profesora creativa."

Resultado: de todas mis amigas, fui la única que entré al énfasis artístico. Claramente fui a hablar con la coordinadora y agradecerle, porque sabía que esa conversación había cambiado todo. Agradecerle por dejarme hablarle. Por entender.

Después de ese capítulo me quedaron dos cosas en mente: uno, que persuadir es una excelente arma, que hay que saber manejar. Y dos, hay que saber leer a sus estudiantes para apoyarlos en lo que realmente necesitan. Esa coordinadora no sólo la convencieron mis palabras, estoy segura que al seguir todo mi proceso sabía qué era lo mejor para mí, y por eso sé que insistió tanto al inicio con no dejarme cambiar de énfasis, porque pensaba que era por influencia de mis compañeras. Pero me permitió hablarle, dejó que le contara por qué y siento que esa apertura de su parte permitió todo esto.

Tal vez sea una bobada, pero le agradezco siempre a ella por enseñarme eso. Enseñarme que hay que saber leer a los estudiantes y apoyarlos en lo que ellos necesitan, aunque a veces ellos mismos no lo sepan. Y lo digo ahora porque es lo que vivo por estos meses últimamente. Mis estudiantes de 12 y ahora de 11 tienen un mundo de cosas en la mente, la presión de la sociedad, su familia y el colegio pidiéndoles todo el tiempo que sean los mejores, que escojan bien sus carreras, que hagan lo que es "correcto".

Escucharlos ha sido un bonito proceso y espero que algún día pueda apoyarlos cuando lo necesiten, así como alguna vez ciertos profesores me apoyaron a mí.

18.11.18

Inicios de septiembre 2018

Yesterday I was feeling pretty much miserable. And I cried. I don't know if I cried myself to sleep or if at some point I stopped and focused on my breathing so I'd sleep. But I don't think that's what happened because that's the thing with me: I do not focus.
I'm getting myself into a big ocean of chaos when I could be just splashing the water with my feet while contemplating the view.

Being a teacher is not easy, and I know I felt how being a mediocre teacher is and how being a responsible one is, too. And in both sides of this spectrum, I had this feeling of being hopeless. Whether it's because I don't want to be mediocre and I want to challenge myself but don't know how or because I feel the pressure of those overwhelming challenges. It's as if I were incapable of overcoming anything that would meet my way.

Today I'm on the other side of these feelings. I've left the mediocre mask, to become this teacher who wanted to be challenged. But yesterday I cried. Today I've felt how doing my job and working with these kids gives me so much energy. But last night I could not get this feeling. In its place, I got tiredness, fear and... and something else. Something that took my deepest fears, my darkness and played with them for me to watch.

24.8.18

Natural.

En junio se cumplió un año de haberle borrado valiosos videos a un amigo, y aunque sigo pensando que ese tipo de cosas pasan porque a veces tiene que doler para aprender (de verdad), también simplemente prefiero recordar que en esas mismas fechas estaba estrenando mi copa menstrual. Y ya.

No creo que en este post vaya a decir algo nuevo para las mujeres que ya lo usan. Sí, es una maravilla. Cada mes que tengo la oportunidad de utilizarlo me alegra a diferencia de todos esos años en los que la menstruación se me hacía lo más harto porque era sinónimo de manchas, incómodos días y hasta irritantes.

Pero lo que más valoro de mi copa, más allá de darme la libertad que me da, de olvidarme por completo que estoy en mis días y que no tengo que estar en el baño a cada hora cambiándome una incómoda toalla higiénica, lo que más, más valoro es el hecho de reencontrarme conmigo misma en algo tan natural como mi menstruación.

Creía que no veía mi menstruación con asco, pensaba que yo era de las pocas que sabía que era algo natural, tal vez incómodo pero no era el fin del mundo... hasta que tuve que cambiarme la copa por primera vez. Para quienes no saben, el proceso es simple: la copa lleva una bolita al final que permite su agarre para extraerlo de la vagina. Sí, así de simple. Pero eso lo haces tú, sola, en el baño con tus manos. Eres tú y tu menstruación. Y creo que no estaba lista para ello. Descubrí que tenía asco de mi misma y que no sabía cómo hacerlo (más allá de la técnica), simplemente no sabía cómo lidiar con mi propia sangre. Descubrí que me sentía cómoda como el resto del mundo evitando lo que es natural: la sangre es roja, no azul como en los comerciales. La sangre es líquida y no dura como te hace creer la toalla. La sangre está viva y punto.

No me había sentido tan unida a mi misma como aquella primera vez que tuve que limpiar mi copa para volver a utilizarla. Y desde ahí celebro mi menstruación como jamás lo había hecho. Lo veo sin asco, estoy en contacto con ella y la dejo ir. (No, no voy a hacer nada más con mi sangre, eso se los dejo a las locas de la internet).

Este verano tuve la oportunidad de utilizar mi copa fuera de casa durante dos meses y fue genial. En medio del paseo, tratando de limpiarla, tratando de hacerlo naturalmente pero también pensando que cada quien da sus pasos a su tiempo y si alguna mujer no está lista para ver su sangre, seguro no está lista para ver la mía, así que soy prudente si debo hacer algo en un baño publico, sabiendo que no lo hago por mí, porque yo estoy muy cómoda conmigo misma.

Y pues, ¿quién no estaría feliz de decirle adiós a las manchas? Dioooooos, cómo sufrí con eso.

17.6.18

Qatar 2022.

15 de junio 2014. Tocaba salir a votar, era la segunda vuelta y era Santos contra el que decía Uribe en esa fecha. Tocaba votar por Santos y tocaba hacerlo temprano en la mañana porque trabajaba los fines de semanas y ese domingo en especial tenía turno desde las 11am hasta las 9pm. En aquel entonces, todos los fines de semana debía quedarme en casa de mis padres pues el centro comercial en el que trabajaba quedaba cerca. Trabajaba como vendedora en la sección deportiva y la fiebre del mundial se sentía demasiado. Vendiamos las camisetas originales de la Selección Colombia como pan caliente y el centro comercial se paralizaba cada vez que había un buen partido. 

Ese día salía temprano a votar aunque tocara por Santos porque me daba miedo el que decía Uribe, me daba miedo el mismísimo Uribe. Y como si el destino no quisiera dejarme votar, saliendo en mi bici me pinché. Como pude me devolví a casa, despinché y salí. Es que tenía que votar y salir al trabajo.

Fue una lástima llegar al trabajo y escuchar a muchos de mis compañeros diciendo que no habían votado porque para qué, que ni en blanco porque esos eran votos que le regalaban al ganador, que igual sabían que iba a ganar X candidato, que nunca habían votado, que... etcétera. Con ese vacío en el alma pensaba que Zuluaga podía ganar y me decía a mi misma: Al menos yo sí voté aunque tocara por Santos. Ganó. Santos lo logró y estaría por otros 4 años más en la presidencia. *Phew*  

Pero el día, así como había empezado con un cascarrillo con mi bici, terminaría de la misma manera. Esa noche, después de salir del trabajo en mi bici tuve mi primer accidente. Una motocicleta pasaría un semáforo en rojo y me golpearía. Yo, sin plata para comprar un casco decente, recibí golpes en mis piernas y en la cabeza. Dolor que no se quitó por un mes.

Los morados que me hice. Tan entretenida estaba en casa que decidí tomar esta foto.

Pasé toda esa semana en mi casa viendo los partidos del Mundial. Mi casa que era en realidad un cuarto en una casa grande, llena de cuartos, llena de gente, llena de ruido todo el tiempo. Mi casa que me convencí por mucho tiempo que era lo que necesitaba para vivir, pensando que el Mundial era (es) muy lindo pero que así se vive, a través de una pantalla de televisión.

15 de junio 2018. A dos días de la segunda vuelta, Colombia está más dividida que nunca. O se vota por Petro o se vota por el otro hijueputa que dice Uribe. Otra vez Uribe, por dios. Y esta vez no se siente que toque votar por Petro, lo haría con gusto aunque no hubiera sido mi opción para la primera vuelta. Lo haría, si pudiera porque ahora la historia es diferente: no puedo votar. 

Ahora no vivo en una casa grande, llena de cuartos. Vivo en un edificio, no sé si soviético, pero tiene toda la pinta. Vivo a 13 mil kilómetros de esa antigua casa llena de tanta gente. Lejos de toda mi familia y sin una embajada que me permita votar, una vez más contra el que dice Uribe.

Tengo una bici nueva, no he tenido que despincharla hasta ahora y no puedo utilizarla para salir a votar. De hecho no podré utilizarla por 6 meses, cuando el invierno en este país llegue y parezca que nunca se va a ir. 

Hoy, 15 de junio me preparo para ver los partidos de la jornada en la noche aunque no parezca noche porque oscurece a las 10pm y a diferencia de mi papá, que al otro lado del mundo tiene que verlos en la mañana, mientras trabaja. Me preparo también para recibir la respuesta de mi entrevista. Me dicen que me aceptan, que esperan mis documentos y que empezaré a trabajar como profesora de inglés en su colegio internacional para el 2018-2019. Y con esta excelente noticia me preparo para empezar mi viaje a Rusia, que me llevará a tres partidos y tres ciudades distintas del Mundial. Para luego salir y disfrutar del verano en Turquía.

Dios mío... qué va a pasar para el Mundial Qatar 2022? Espero que no toque votar por el de Uribe, ni por él. 




10.6.18

Pavlodar, primera parte

Me debo esta historia, más que nada a mí porque parte de crear este blog (hace ya 9 años) para desahogarme, también lo hice para recordar. Anyway.

Abrieron la puerta 40 del SVO y me sentaba en el avión que en menos de 5 horas me llevaría a otro país, al que iba a vivir por los próximos... bueno, ya van 7 meses. Abrieron las puertas y tuve el asiento junto a la ventana. Al inicio, como era de esperarse me habló un ruso (en ruso) y no entendí nada. Luego, él muy amablemente preguntó en inglés si no le había entendido, a lo que dije: Obvio no, con una sonrisa. Él se rió y preguntó mi nombre y la pregunta que no dejo de escuchar aquí: Where are you from? Y ahí la reacción a mi respuesta: Oh, Pablo Escobar?

Aquí hago un paréntesis para señalar que estaba preparada para esas reacciones, ya la internet me había entrenado pues la mayoría de colombianos (por no decir todos) en el extranjero se tienen que aguantar un comentario al respecto. Al inicio uno se puede acostumbrar, pero luego simplemente se vuelve molesto porque la idea de la gente es que AMAMOS a Escobar y que es un orgullo para nosotros que alguien de afuera lo conozca, como si fuera nuestro héroe nacional. Claro, se ha vuelto molesto y a veces opto con mi poco ruso tratar de explicar que él no fue una gran persona para el país y que tenemos más gente que nos representa. Les hablo de Shakira, James Rodríguez y hay gente que incluso nos habla de El Pibe Valderrama porque lo recuerdan de algún lado. Ahora, con estas vergonzosas elecciones presidenciales en Colombia ya no me podría importar menos que la gente sepa de Colombia por las películas de Narcos y de Escobar, porque eso al parecer es lo que nos gusta, nos encanta que nos represente la muerte, las drogas, la injusticia social. Mark my words if Duque wins next week. Así que si gana Porky, no hay ni por qué avergonzarme ahora de Escobar, porque esa va a ser justamente la gente que nos representará hasta que no cambiemos a nuestros dirigentes. Cierro paréntesis.

El hombre que habló inicialmente conmigo era efectivamente ruso, profesor de una universidad en Astana que viajaba de regreso a su trabajo. Me preguntó la razón de mi visita y dejó de hablar un poco. Notó que estaba nerviosa y buscaba hacer comentarios graciosos para hacerme reír. Y le agradezco por eso pues el viaje fue horrible. La otra persona que se sentó a mi lado viajaba por negocios a Kazajistán y aunque no habló mucho con nosotros también estuvo muy pendiente de mí. Fueron muy amables (además que creo que fue muy obvio mi cambio de ánimo). Cuando el avión despegó empecé a sentir un horrible dolor de estomágo (somatizando, ando) y a lo mejor estuve pálida todo el vuelo pues ellos no dejaban de preguntarme si quería más té, si necesitaba agua, si necesitaba algo más. Al final uno de ellos entendió que eran los nervios y me dijo: Everything's ok, don't worry.

Llegué a Astana a las 5 am y como dijo una de las chicas en migración que me recibió: you are like a rockstar. Esa sensación aún no se ha ido pues a este país olvidado por Dios (guiño, guiño Lezzoh) no llegan muchos extranjeros, mucho menos gente de latinoamerica (bueno, exagero, a esta región del país). El vuelo a Pavlodar salía a las 10 am así que sólo me quedaba tratar de dormir y llegar presentable a Pavlodar.

Estaba nerviosa pero en mejor estado que en el avión desde Moscú. No sabía como iba a recibir al Sr. Ariza, no sabía que le iba a decir, no sabía nada. Fue mejor. El aeropuerto es pequeño así que no fue nada difícil vernos cuando entré. Nos vimos y no quedaba nada más que un abrazo, de esos eternos que queríamos y un beso cargado de nervios. Nuestro primer beso como esposos.

Después de eso pasé a conocer el que sería mi apartamento, la que sería mi casa por estos meses (y el próximo año). Conocí el colegio donde trabaja él (que me recibió con la primera nevada del año) y con muchas personas amables que querían conocerme. Conocí a uno de los responsables de que mis documentos no estuvieran bien para la visa y desde ese día siguió teniendo el descaro de dejar todo para última hora (como el documento esencial para vivir aquí que se formaliza en la policía de migración y que sólo él podía hacer)



La emoción de estar junto al Sr. Ariza y comenzar una nueva vida pudo mucho más que los nervios, los miedos y la ansiedad. Y desde ahí se han escrito diferentes ideas, pensamientos y caminos para ambos, juntos y como individuos.

Y de eso hablaré en la segunda parte. 



23.4.18

The bus.

Habíamos decidido viajar a la capital para mi cumpleaños. Queríamos cambiar de ambiente, sobretodo yo que tenía miedo de vivir mi primer cumpleaños fuera del país, con el invierno todavía a flor de piel y con una calladita malparidez existencial asomándose por la ventana, como siempre.

Tuvimos un viaje tranquilo en tren desde la noche del 2 de marzo hasta la capital. No tomamos alcohol, hablamos de política y me entregaron mis bonitos regalos. Todo bonito y todo bello hasta el momento. Llegamos en la mañana del 3 de marzo y, conociéndome como me conozco, que me entretengo a veces con una simple mosca, decidí que escogieran por mí todo. El plan, el almuerzo, la salida, la bebida... simplemente todo. Dejé que me consintieran. Llegó la noche, salimos a comer a tomar, bailar, escuchamos buena música, salimos de un bar a otro y la noche seguía su curso. Normal.

Luego, la cantidad de alcohol ya se me hizo bien absurda y decidí que tenía que para o iba a vomitar. Lo sabía. Y nuestra amiga A. ya había desaparecido de la pista de baile y no podía dejar de pensar que ella era ya la primera en ir al baño a descargarse. Fui a buscarla y la encontré como a todas las mujeres en el baño: retocándose el maquillaje frente al espejo. Qué alivio. Hablamos un rato antes de salir y gracias a ese chitchat llamamos la atención de otra mujer que estaba ahí. Se presentó, nos dijo que era profesora de inglés, que trabajaba en China y que estaba el fin de semana de visita porque su esposo trabaja en la capital. Cómo me encantan esos encuentros tan random que se dan. La señora (de quien no recuerdo el nombre) fue muy amable y nos dejó continuar con nuestra charla, a A. y a mí.  

Volvimos a bailar, nos divertimos y en eso estábamos, en nuestra celebración. Punto. De vez en cuando llamábamos la atención de la gente alrededor simplemente porque no seguíamos ningún paso en particular, sólo nos dejábamos llevar por la música. En un momento, decidí que ya no quería seguir allá, le dije a mi esposo y así, sin más, nos empezamos a despedir. 

La señora que conocimos en el baño nos vio y se acercó a la pista, le dije que nos íbamos, preguntó por mi nombre de nuevo y sin pedirlo, sin darme explicaciones, sin nada, simplemente me dijo: Stop being like that. Show you're a diva. Show you're worth it. Stop going around like [y hace ahí como cualquier persona tímida haría al llegar a un nuevo lugar]. Believe in yourself. Se despide y ya.

Así. Durante una semana esta señora me jodió el pensamiento porque no pude entender cómo alguien tan ajeno a mi, alguien que conocí en un baño de un bar es capaz de leerme de esa manera y decirme eso. Sobretodo eso, CAPAZ DE LEERME. Porque sé que muchas veces he vendido la idea de creerme el cuento de quien soy, y la gente cree que soy una persona segura de sí misma. Pero esta señora NO se comió el cuento y me lo dijo, cual si fuera mi regalo de cumpleaños, porque era justo lo que necesitaba escuchar.

Y escribo sobre eso hasta ahora porque desde mi cumpleaños hasta el día de hoy, he tenido días buenos y malos, y sé que los días malos los llamo así cuando en particular siento que me odio un poquito mucho por lo que hago o dejo de hacer. Por lo mediocre y aburrida que soy en muchísimas ocasiones. Por creer que no puedo hacerlo mejor, que sólo puedo hacerlo así: mediocremente, porque eso de ser grande, eso no es para mí. Pero es que luego se me olvida que tengo millones de oportunidades para aprender, que no tengo 90 años y estoy condenada a simplemente esperar mi muerte. Que todavía sigo aprendiendo (y que de seguro, cuando tenga 90, algo más tendré que aprender) y que no estoy acabada. No estoy limitada.


3.3.18

Querida Lyds, 2008:

Lyds del 2008. Hola. Te habla tu yo, del 2018. Sí, you've made it! Aunque andabas deprimida y con ideas suicidas porque "oh, qué cruel es la vida" y "oh, el futuro se ve negro", déjame decirte que no podías estar más equivocada.

Primero, el futuro no es negro. En realidad es blanco y un poco sucio. Ahora vives en un país donde el invierno es una gonorrea extremo y la mayoría se ve blanco, por la nieve que ha caído. Sí, te fuiste del país, porque si bien andabas pesimista pensando que nada iba a ser posible, muchas cosas se hicieron realidad... qué digo, las hiciste realidad.

Porque déjame decirte una cosa... aunque no haya sido fácil, aunque haya costado mucho, desde que decidiste dejar de llorar porque sí, las cosas se empezaron a ver diferentes. A veces me hubiese gustado que alguien te lo hubiera dicho, que alguien te hubiera ahorrado esas horas de ansiedad pensando en el futuro, porque no sabías cómo ibas a hacer para entrar a la u, para hacer "algo con tu vida". Pero supongo que eso hacía parte de lo que teníamos que aprender.

Ahora 10 años después no sabría exactamente cómo describirte tantos cambios que te ocurrieron. Si te dijera que te casaste con un hombre estoy segura que te irías de culo... te la pasabas diciendo que jamás imaginabas un futuro con un hombre. 

Bueno, no te pienso aburrir más, ni mucho menos spoilearte la historia. La verdad es muy buena, es tu historia y es la que te ha ayudado a moldearte y a construirte a ser quien siempre has querido ser (incluso en esos momentos en los que te vas a odiar, porque habrán varios). 

Sólo quería decirte que ahora que vamos a cumplir 25 y por fin parece un número grande, algo serio, todo lo que ha pasado hasta este punto tiene sentido, te conduce hasta donde tienes que estar y sí, a veces no a donde quieres, sino a donde debes. Porque así es la vida, porque estás aquí para aprender y creo que no hay otra forma de hacerlo.

En fin, feliz cumpleaños Lyds del 2008. Mi regalo es decirte que todo va a estar bien.