30.7.14

Todo está bien, siempre en la puta vida.

Ahora soy la teacher de mi prima, ella quiere hablar inglés y yo quiero practicar a ser profesora. Ha funcionado, porque en el último año he aprendido un montón en la universidad y eso me pone de un alegrón increíble. Tanto así que me gusta mucho viajar en mi bici camino a casa (de mis padres, porque mi prima vive con ellos) y voy celebrando la vida, porque sí.

Y hace poco pasó que me enamoré de la vida, y me sentí plena y en armonía. Me sentí feliz. Me sentí feliz porque mi memoria me trajo a colación lo que viví hace un año, cuando vivía en el norte de Bogotá con "unos amigos" y la vida me sabía a mierda y me sentía mal por todo. Me estaba vendiendo y me estaba perdiendo, me ganaba el miedo a perder, a vivir en miedo, al miedo. Recordé cada lágrima y cada grito que pasó por mí, porque me ganaba la desesperación de no tener mi hogar, de deberle las gracias a gente que necesitaba poder y a quienes yo, por miedo, les entregué.

Me sentía feliz porque la vida me enseñó grandes cosas y un año después pude mirar el evento como cualquier otro aprendizaje de mi vida al cual le puedo sonreir y decirle: ¡qué mierda fuiste, y que grande me hiciste! Porque así ha sido desde entonces, porque ahí aprendí, en carne propia que a la gente grande y de verdad poderosa le pasan retos fuertes, ¿o cómo más vas a demostrar tu grandeza? 

Y este post se trata sobre eso, sobre celebrar la vida, llorando, riendo, maldiciendo, e incluso durmiendo. Celebrar la vida, porque desde hace un año esa frasesita le ha dado demasiadas vueltas a mi cabeza y se ha fijado constantemente para recordarme que, no importa lo que pase o lo que podría pasar, la vida está para celebrarse. A ti, paisa querido, que me enseñaste esto tan cerquita y tan lejos. ¡Sos grande!, y te llevo en mi corazón con mucho amor y respeto. No importa los buenos coyotes que seamos, encontraremos el momento para reencontrarnos y, una vez más, celebrar la vida.




24.7.14

Le temps passe et personne m'écoute

A mí no me gusta hablar, aunque pareciera que miento. A mí no me gusta hablar. Si alguien realmente escuchara lo que digo, muy poco se trata de mí, de lo que siento, de cuánto esto o aquello me puede afectar. No me gusta que opinen, que critiquen, que me apoyen, siquiera, por eso no digo nada. Me he dado cuenta que a quienes adoro y considero mis grandes amigos no me han escuchado realmente porque no les he hablado. He escuchado un montón, soy yo la que opina, la que critica o la que apoya y así le temps passe et personne m'écoute. Es como si lo planeara y sí funciona. Muchas veces pasa que discuto con él, y pues él es el único que sí quiere escuchar y ahí es cuando me quiebra en varios pedacitos porque ignoro totalmente que es lo que quiero o lo que quisiera decir. 

En ocasiones las discusiones terminan en gritos y nadie quiere seguir porque se vuelve una perdedera de tiempo y al final las partes ignoran por qué tanta gritadera y tanta vaina. Es más, gritar se vuelve una excelente manera de defenderse. Podés gritar: CONCHA 'E TU MADRE y la verdad estás diciendo: "No te metas conmigo, no trates de abrir esta puerta porque no lo toleraré, porque no lo quiero aceptar y porque prefiero las cosas como están" Y entonces aquí es cuando cala lo último que descubrí de mamá. 

En mi casa* no se habla y mucho menos en discusiones. Nunca nadie abrió esa puerta y yo aprendí lo mismo. Ahora cuando él me pide que hable, por dentro me muero; muchas mini-yo se desatan en una batalla tratando de encontrar respuestas. La puerta para hablar definitivamente no se ha abierto. Ahora que él me interroga y yo caigo en cuenta de esto, pienso que llegó el momento de actuar. Lo de hoy me ha parecido una revelación porque a decir verdad llevo bastante tiempo tratando de encontrar patrones de conducta que me conducen a ser como mamá y como papá, para evitar seguir repitiéndolos. Al menos esto ya puede cambiar.

*casa de mis padres.